Facebook Twitter Gplus RSS
 
 
formats

Presidente del Centro de Alumnos es premiado por la Universidad Andrés Bello

Premio UNAB“Es un lindo día”, cuento del estudiante del Colegio de la Preciosa Sangre, y presidente de su centro de alumnos, Diego Grez Cañete, fue premiado con una mención honrosa en el 9° Interescolar de Cuentos en Español, que organiza la Dirección de Interescolares de la Universidad Andrés Bello, con el patrocinio de la Sociedad de Escritores de Chile, SECH. El cuento del Presidente del CC.AA. fue seleccionado entre más de mil cuentos participantes de todo Chile, y obtuvo como premios un vale canjeable en librería Antártica por $15.000, y además, 15 copias del libro “9º Interescolar de Cuentos en Español 2012″ que contiene la selección de los mejores cuentos presentados, entre ellos, el propio.

El presidente del centro de alumnos donó a la biblioteca del colegio diez ejemplares de la publicación, las cuales fueron recibidas con entusiasmo por la jefa de UTP, Graciela Vargas Urzúa. Asimismo, el profesor Fabián Valle Silva se manifestó muy contento con el logro del estudiante de cuarto medio, quien, a pesar de no poder asistir a la ceremonia de premiación, realizada el 8 de noviembre recién pasado, recibió los premios esta semana en la sede Sazié de la Universidad Andrés Bello.

Transcribimos el cuento para quien desee leerlo:

Es un lindo día

Por Diego Grez Cañete
Colegio de la Preciosa Sangre de Pichilemu

“¡Qué lindo atardecer! Deberíamos venir más a menudo, mi querido amiguito,” me dijo Carolina. Era la primera vez que aceptaba una de mis invitaciones para salir una tarde por Pichilemu a pasear y a presenciar un maravilloso atardecer. Solía ser así de indecisa.

Conocí a Carolina, una chica morena de mediana estatura, hace poco más de un año. Llegó con sus padres desde el sur a una casa cerca de la mía, en el cerro La Cruz, el lugar más alto del pueblo. Siempre la veía cuando caminaba hacia el colegio en las mañanas, pero no me atreví a hablarle hasta que me encontré cara a cara con ella en un supermercado. La saludé con un simple “hola”, mientras sonreía nerviosamente. Saludó de vuelta, y algo inquieta, preguntó mi nombre, a lo que yo respondí: “Mi nombre es Santiago.” “Un gusto conocerte, Santiago.”

Después de eso comenzamos a hablar más seguido, y con el tiempo nos volvimos buenos amigos. Pero a medida que pasaba el tiempo comencé a sentir algo raro por Carolina, algo que nunca había experimentado con nadie: me enamoré. Cuando me di cuenta de esto, sentí miedo de perder lo que había entablado con ella, e inseguridad de mis propios sentimientos. Busqué consejos en mis amigos más cercanos pero solo lograron confundirme más. “No seai tonto Tiago, cómete luego a la güeona no más,” me dijo uno. “Debes ser cauteloso, cortés, y estar seguro de lo que sientes,” me dijo otro. Pero preferí ocultar mis sentimientos con ella, al menos hasta que se me ocurriera idear la situación perfecta para declararme. Y bueno, fue justamente lo que hice.

Era un lindo día de fines de febrero, de esos que de cierta forma te avisan que se acerca el regreso al colegio, y te invitan a salir al aire libre. Por primera vez desde que eramos amigos, Carolina aceptó salir conmigo. Llegó después de las dos de la tarde a mi casa, y nos dispusimos a pasear por el centro pichilemino. Entre tanto vitrineo por locales de ropa americana y artesanías, rápidamente se nos hizo tarde. Fue entonces cuando le dije: “¿Vamos al mirador? El sol está por ponerse.” “Claro,” me dijo ella.

Embobados con la majestuosidad de la puesta de sol frente a nuestras pupilas, Carolina me comentó que debíamos venir más a menudo. Estaba siendo un día perfecto, y de alguna forma debía decir lo que le estaba ocultando y que ya no podía seguir conteniendo.

“Carolina, creo que debemos hablar algo muy importante para ambos,” le dije. Sorprendida, me preguntó qué pasaba. “He estado escondiéndote algo desde hace un tiempo, y no he sido lo suficientemente valiente como para decírtelo antes. Quería decirte que te amo, y que no podría vivir alejado de ti. Puede que suene muy… ¿abrupto? Pero es lo que siento.” Tal vez con justa razón, Carolina se indignó. Con una mirada de odio, y un andar despreciativo, se largó sin decir ni una sola palabra, dejándome ridículamente solo a la mirada de los que pasaban por el lugar.

Reprimiéndome, sintiéndome como un idiota, me dirigí a mi casa. No suelo prender la radio, pero esta vez había algo en el aire que me lo pedía a gritos. Fue entonces cuando escuché lo más terrible que en la vida hubiera podido imaginar. “Una adolescente identificada como Carolina Silva fue encontrada muerta, colgando de un árbol en las inmediaciones del bosque municipal. La adolescente, según reportes de cercanos, sufría de depresión.” Quedé pasmado. Jamás la volvería a ver.

Aunque ya han pasado tres meses desde aquello, me será imposible quitar de mi corazón el peso de que yo fui el culpable de tal desgracia. El arrepentimiento de haberle dicho que la amaba me carcome, ¡yo la maté! Creo que no podré confiar en mí ni en el amor nunca más.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>

© Centro de Alumnos Colegio de la Preciosa Sangre de Pichilemu 2011-2012
credit