El fracaso de #NoMásPuntillazos

Es profundamente lamentable que la carta abierta que hicimos llegar a las autoridades municipales y al exgobernador, en forma electrónica y física, más de cinco meses tras su envío, no obtuvo una respuesta. Esto a pesar de haber sido divulgada por medios comunales, regionales e incluso nacionales, y haber concitado un razonable apoyo de ochocientas personas -amantes de Pichilemu, residentes, ambientalistas-, que brindaron un apoyo sincero, y que sin embargo, fueron despreciados. De nada sirven los recados por la prensa: hubo incapacidad de responder a una simple carta, faltó rigurosidad por parte de quienes toman las riendas del destino local.

La falta de esfuerzos, de responsabilidad por parte de la municipalidad respecto a esta problemática -a la que nos veremos expuestos nuevamente este próximo verano-, puede deberse a temas meramente políticos. Está claro que en Pichilemu existe una batalla tras bambalinas por la próxima elección municipal, entre el actual alcalde Córdova y el exalcalde Jorge Vargas González. Mientras uno de ellos utiliza los recursos municipales para engrandecer su imagen, casi al borde de desmerecer el rol del concejo, el otro lanza sus dardos a través de la radio que dirige. Córdova incluso señalaría hace unos días en el programa que utiliza para divulgar su obra en la radio enemiga: \»En esta misma radio me dan como caja\».

Por ello, el alcalde Córdova ha intentado, quizás, ser cuidadoso con las acciones que emprende desde la alcaldía. A pesar de esto, tomó pasos erráticos una vez que la campaña #NoMasPuntillazos se hizo masiva: por ejemplo, en entrevista con el diario El Rancagüino culpó a Carabineros de \»entregar ese lugar (La Puntilla) para que los jóvenes fueran a carretear\», aún cuando -se supone- el alcalde es quien dirige el territorio administrativo de la comuna. Mientras tanto, en contraposición al alcalde Córdova, Jorge Vargas señaló al periódico El Faro del Secano que \»es un error culpar a carabineros, disculpen que sea autorreferente, pero cuando fui alcalde acompañamos a carabineros, (…) y armamos una forma distinta de tratar el tema. Los problemas y las soluciones deben ser de todos, con participación, apertura y empatía (…) No tengamos miedo al debate político tampoco\». Pero es más conveniente callar, para evitar costos políticos, y así #NoMásPuntillazos pasó al olvido entre las autoridades comunales.

El exgobernador Julio Ibarra estaba a punto de dejar el cargo, y no paró de realizar comentarios insignificantes y de poco fondo en radios locales: \»Me parece que las fiestas juveniles no pueden terminarse, es ir contra la corriente (…) Ni siquiera relocalizándolos se solucionaría el problema\». Más tarde, la recién asumida gobernadora Teresa Núñez inicialmente simpatizó con la idea de #NoMásPuntillazos. \»Queremos crear un comité que no sólo se reúna para ver este tema para la temporada alta y fines de semana largos\», señaló a El Rancagüino, en directa relación con la problemática de los puntillazos, en abril pasado. \»Ojalá (los comentarios de la gobernadora) se vean reflejados en acciones del gobierno tanto local como central para mejorar la seguridad y el bienestar de los pichileminos y quienes nos visitan para el verano próximo\», señalamos en la oportunidad. Sin embargo, Núñez después matizaría: \»Esto de los \’puntillazos\’ no es de la gente que solamente viene de afuera, sino que también de la gente que vive en Pichilemu\». Solicitamos información respecto al comité que fue anunciado por la gobernadora, pero una prepotente funcionaria nos la negó.

¿Por qué es tan importante acabar con los \’puntillazos\’? Porque estos, a la larga, generarán una imagen negativa para la comuna, que recibe grandes ingresos a partir del turismo; nos veríamos expuestos, de no acabarse estos desbordes juveniles, a un turismo irresponsable con nuestro medioambiente y con nuestra tradición como el principal balneario de la región. ¿Estaremos realmente dispuestos a ser el patio trasero de Rancagua y Santiago, donde todos pueden venir y hacer lo que les plazca?

¿Cuánto dinero invierte la municipalidad en recolectar y depositar en un relleno sanitario toda la inmundicia que se genera por estas fiestas? ¿No sería mejor ver ese dinero invertido en el mejoramiento de la ciudad? Esto va más allá de ponerle fin a un carrete, hay que pensar en las consecuencias ambientales, turísticas, y de seguridad. ¡Es hora de que Pichilemu se haga respetar! ¡Llamamos a las autoridades locales a ponerse los pantalones de verdad por esta causa, o nos veremos algún día asfixiados de problemas!