Muchos monumentos nacionales o lugares patrimoniales e históricos enfrentan un doloroso deterioro debido a la despreocupación de las autoridades y el paso del tiempo: es triste ver cómo parte de nuestra historia se va al piso, literalmente.
Según la ley 17.288 de Monumentos Nacionales, se estipula que \»los lugares, ruinas, construcciones u objetos de carácter histórico o artístico\» son monumentos nacionales \»y quedan bajo la tuición y protección del Estado,\» algo que en la práctica, no se cumple para nada. El terremoto del 2010 en nuestro país destruyó o daño gravemente en el mejor de los casos a muchos de nuestros íconos culturales, y a dos años de eso, el Estado, encargado de protegerlos, no se hace cargo en muchos casos.
Pondré como ejemplo dos lugares de la comuna de San Fernando: la Iglesia de San Francisco y el antiguo edificio del Liceo de Hombres Neandro Schilling, ambos monumentos históricos. La primera, ubicada frente a la Plazuela de Manuel Rodríguez, había sido restaurada recientemente. En el 2010, el Consejo de Monumentos Nacionales evaluó los daños como \»considerables\», \»daño severo y generalizado de tipo heterogéneo.\» Actualmente, la iglesia, un ícono sanfernandino, está en constante peligro de colapsar, y el alcalde Juan Paulo Molina no se inmuta al respecto. Tampoco lo hace por el antiguo edificio del Liceo Neandro Schilling, aduciendo en ambos casos que \»ya no se pueden disponer recursos para estos casos especiales\» en un artículo del diario El Rancagüino. Partes del edificio están prácticamente \»podridas\» debido al descuido.
Haré hincapié en la preocupación que tengo respecto a la falta de respeto por el patrimonio local en la comuna de Pichilemu. Hace unos meses atrás, se demolió el edificio consistorial de la comuna, según palabras del alcalde Roberto Córdova \»para dar paso a la modernidad\» en una tarjeta propagandística de navidad. El edificio, que no llegó a ser denominado monumento de ningún tipo, tenía casi cien años, y fue usado, entre otros fines, como cuartel de carabineros. No creo que en este caso, la \»modernidad\» debiera pasar por encima de un lugar ya característico del pueblo. Medio año después de su demolición, ni siquiera empieza la construcción del \»moderno\» edificio. ¿Cual era el apuro de la demolición, señor Córdova?
Por otro lado, la \»conservación\» de la Zona Típica del centro urbano de Pichilemu da lástima. En ella, se encuentra el Gran Hotel Ross, adquirido y rediseñado por el muchas veces llamado fundador de Pichilemu, don Agustín Ross Edwards cerca de 1885; en ese entonces, el lugar era llamado La Posada. En pocos años, Ross convirtió a Pichilemu en un verdadero resort de lujo, en donde la élite santiaguina pasaba sus días de verano. Pero de ello poco queda. El actual administrador del Gran Hotel Ross, Jaime Parra, nada más se ha dedicado a ganar y ganar dinero sin importar el daño irreparable que le ha realizado al histórico lugar: ha instalado una serie de quioscos y cabañas en el interior del terreno del hotel, devalorizando el mismo.
Pero, con casos como este último, es simple decir solo que las autoridades son felices obteniendo los impuestos que los alimentan. Creo que no se dan cuenta del daño que le están haciendo a nuestro patrimonio, nuestra historia, a nuestra misma esencia, pasando por alto las leyes que ellos mismos redactan, lo más irrisorio de esto. Solamente una palabra para todos ellos: respeto.